La calle San Juan en su largo recorrido nos conduce a la ermita del Cristo, en la Plaza del mismo nombre y a la zona de bodegas por cualquiera de sus estrechas, empinadas y graciosas callejuelas: Bendito, Corredera, Puerto León, etc.
Las avenidas de las Justas Poéticas y de la Corporación permiten al paseante apreciar el entorno de Tras Iglesia (Plaza del Doctor Sinova), con casas cargadas de aconteceres históricos, algunas de ellas albergaron a las tropas napoleónicas y dicen que hasta el mismísimo Napoleón pernoctó en la de fachada más noble, cuando la batalla de Cabezón enfrentó a tropas francesas y españolas con sus aliados ingleses y portugueses; leyenda o realidad los archivos sí que dan cuenta de los desmanes de las tropas francesas en la localidad y atestiguan la presencia de José Bonaparte, Rey de España, para la batalla mencionada. Tiene el entorno numerosas fachadas blasonadas y un mirador próximo que permite disfrutar del valle del Pisuerga, del lento transcurrir del Canal de Castilla, que forman una vega que todos los otoños hace la delicia de fotógrafos y pintores.
Sobre este mirador hace pocos años, se podía pasear por las antiguas losas que formaban la calzada romana y camino de merindad hasta Palencia y León, y constituía el acceso a la localidad bordeando las murallas.
Encima del Mirador, Santa Marina y San Pedro repletas de bodegas y cuevas que hablan de épocas en las que la abundancia del viñedo obligaba a conservar su preciado mosto en las bodegas. Senderos para apreciar recodos y espacios entrañables serpentean laderas que permiten al visitante descansar al frescor de cualquier bodega.
Antiguamente, según atestiguan numerosos grabados de la época, dominaba la localidad una fortaleza de piedra en lo alto del cerro denominado El Castillo; servía de refugio. Numerosos restos en los alrededores atestiguan la presencia del «bellum» cuya construcción ha desaparecido en su totalidad. Desde lo alto se divisa casi todo el término municipal, y si se quiere disfrutar de hermosas vistas y grato aspecto en cualquier época del año, sólo habrá que seguir el camino del Castillo hacia Pico Castro, antiguo asentamiento urbano, de interés arqueológico, y seguir entre pinos y encinas hasta «el Pozo Fuentedios».
La ladera del Castillo alberga un auténtico enjambre de bodegas. Algunas de ellas se pueden visitar y disfrutar en la solana de sus puertas o el frescor de sus «sisas», para tomar una merienda o almuerzo puramente castellano: chorizo o jamón de la matanza y un clarete generoso de la última cosecha que casi todos los propietarios conservan para consumir en casa.
La vuelta al casco urbano nos permite recorrer la mencionada Calle de Los Pastores, que es fiel muestra de una arquitectura popular propia de la zona con casas de adobe, encaladas, con voladizos y ventanas que ayudan a evitar la fuerza del sol en verano y la dureza de las heladas de invierno. Tiene esta calle espacios con gran encanto denominados «corrillos», que agrupan viviendas cercanas e invitan a la convivencia a sus moradores. Es costumbre en el verano que los vecinos, al caer la tarde, se agrupen en los corrillos o en las puertas de las casas para entablar conversación y amistad.
La calle de la Mejorada, estrecha y de espaldas a las vías principales con numerosas construcciones dignas de mantener y conservar. La Calle Sacristán, cercana a la Iglesia de Ntra. Señora de la Asunción y su acceso al alto de San Pedro.
Hermoso recorrido que permite al visitante y al vecino apreciar calles y entornos llenos de encanto que se recordarán.
El casco Antiguo de Dueñas fue declarado Conjunto Histórico Artístico con declaración de Bien de Interés cultural según Decreto 6 de julio de 1967.