El nombre de Dueñas
Con tal designación ya aparece en documentos y referencias históricas del siglo IX. En esos tiempos, la región y comarca de Dueñas estaba dominada alternativamente por moros o cristianos. Era una región fronteriza con dificultades para el asentamiento de la población que se consolida al tiempo que Castilla y León, con participación importante en los aconteceres históricos dada la ubicación estratégica de la localidad y su riqueza en riberas y montes.
Los datos más verosímiles e históricamente documentados hacen referencia a un lugar de «Domnas», bien el monasterio de Santa María de Remolino, próximo al monasterio de San Isidro, o a la valentía de las «dueñas» que acompañan a la Condesa de Ayala, viuda de Don Velas de Aragón, en batalla y persecución hasta la reconquista de la villa de Dueñas que estaba en poder de los árabes, cuando reinaba Alfonso VI.
Otra teoría avala el origen de Dueñas al término «Dominans», como denominación a los asentamientos romanos en las riberas del Río Pisuerga (Villa Posídica).
Más referencias documentales y arqueológicas de los asentamientos de la población se encuentran en la fortaleza que dominaba el Castro, sobre la población y las vegas de los ríos que bañan la zona; en los restos de asentamientos de población que se ubican en los entornos: «Las Huelgas», «Valdeazadas», «Campo de Onecha», «San Miguel», «Pico Castro», etc., sin que ningún nombre prevalezca sobre el señalado de Dueñas.
Se hace referencia de que Dueñas fue la antigua Eldana que menciona Ptolomeo cuando menciona poblaciones en las tierras vacceas, teoría no constatada. A pesar de ello el término ha sido acuñado como propio y se hace frecuente referencia a Eldana como sinónimo de Dueñas, y por lo tanto a sus habitantes es frecuente denominarles «Eldanenses».
Botijeros
Arturo Caballero Bastardo y Fernando Caballero Chacón en el «Libro de Dueñas» (Ed. Caja Palencia, 1987), reseñan que el argumento de un drama que escribió un poeta de la corte de Fernando el Católico, viudo de la Reina Isabel, para celebrar sus esponsales con Germana de Fois, que se celebraron en el Palacio de los Buendía en Dueñas (1506), cuenta «el asalto y destrucción del Castillo, en poder de los moros, por los habitantes y vasallos a botijazos, sin que quedara piedra sobre piedra».
La crónica ha dado lugar a que se conozca a los habitantes de la localidad por «Botijeros», sin que ello suponga ofensa o menosprecio, incluso hay lugares de la localidad que hacen honor a tal sobrenombre con un monumento al Botijo, ubicado en la hermosa Plaza del Doctor Sinova y otro alegórico junto a la Autovía de Castilla.
Las referencias al botijo en la vida cotidiana de los habitantes de Dueñas se han convertido en una «seña de identidad» que se ha enraizado popularmente. Las Fiestas Mayores de agosto se denominan «Botijeras»; cuando se divulga turísticamente algún aspecto característico se le acompaña con el «botijero/botijera» que le identifica como propio de la localidad y el mayor galardón de las Justas Poéticas es un «Botijo de Oro».
Las Cofradías
Desde el siglo XV existen en Dueñas cofradías haciendo referencia a ellas documentos de la época.
En el siglo XVI hay en la localidad las siguientes cofradías: Cofradía de la Cruz, Misericordia, Ntra. Señora de Onecha y Puentecilla, Sacramento, la Vera Cruz, la Santísima Trinidad que se unió con Ntra. Señora de las Candelas, San Pedro, San Felipe, San Bartolomé, La Magdalena, San Miguel y Santa Lucía, San Martín que se unió con Santo Tomás y San Antón, San Antonio de Padua, Santiago (cuyos cofrades no han de «correr toro ni correr»), de la Concepción…
La cofradía de la Santísima Trinidad tenía la costumbre «muy antigua» de elegir cada año un Mayo, que era la persona que de su peculio pagaba comidas y bebidas a los cofrades. El Mayo se transformó posteriormente en un árbol adornado a la puerta de la casa del cofrade mayor, costumbre que ha perdurado hasta nuestros días.
Algunas cofradías tenían derecho a poseer Bacín (vasija para pedir limosna), y otras daban cargas de trigo y ducados y maravedíes al colegio de niños o seminario.
En 1562, en una visita a la aldea de «Valdeazadas» hay una «cofradía en la cual comen cinco veces al año y piden los domingos y festivos para misas del Santísimo Sacramento y de Ntra. Señora y nunca mandan decir las misas…».
Mención principal merece la Cofradía de la Vera Cruz, fundada en 1546 con fusiones con otras cofradías, se compromete a «acudir a la Iglesia en tañendo vísperas en la vigilia de la Santa Cruz, acompañándola en procesión desde la Iglesia Mayor hasta la de la Santa Cruz». Dicha cofradía sufragaba misas los días de Santa Ana, de San Esteban y el día de la Santa Cruz (3 de Mayo). Tenían también la obligación de enterrar a los pobres que lo pidieran. Esta Cofradía cuenta con diarios de la época de su fundación que continúan ampliándose con las actas de la sociedad.
Sus reglas son antiquísimas y amplias y se inician con «A Dios debe todo hombre llamar en principio de todas sus obras como la Sagrada Escritura en muchas partes pregona…».
Los cofrades son convocados por el Muñidor con su campana por las calles que se acostumbra a andar y asisten a la procesión del Jueves Santo, día grande para la cofradía, vestidos de túnica negra denominada Nafaya, con la cara descubierta y con una vara rematada en cruz, transportan el Ecce Homo y a Jesús con la Cruz. interesantes son los revoloteos de la bandera de la cofradía recordando tradiciones medievales.
Terminado el oficio los cofrades comparten una modesta cena de aceitunas, alubias estofadas, pan y vino que se inicia con un brindis del Mayordomo.
Folclore en Dueñas
El baile típico de Dueñas es el «Paloteo». Su origen parece remontarse a épocas de dominación árabe, y al igual que otros bailes de zonas limítrofes, evoca las luchas entre moros y cristianos de los siglos VII y posteriores de invasión musulmana.
Interpretado como su propio nombre indica, mediante palos simulando la lucha, es ejecutado por ocho danzantes formando parejas que en sus orígenes sólo eran masculinas, ya que eran danzas guerreras; formaba así parte del cuadro una novena persona denominada «Birria», que encarnaba al mismísimo demonio, mezclándose entre los danzantes les incordiaba con un gran palo, y dirigía sus bailes con órdenes e instrucciones.
Estas danzas se sabe que, de antiguo, eran interpretadas en casi todas las celebraciones y romerías religiosas; cabe destacar la festividad del Corpus Christi y la Romería de San Isidro en la que acompañaban al Santo hacia su peregrinaje al Monasterio Cisterciense de la Trapa, danzando al son de la música, conservándose parte de esta tradición en la actualidad.
La indumentaria utilizada por los danzantes era de grandes chambras y «pololos» blancos, adornados con lazos de colores y en los pies alpargatas, sujetas a sus piernas mediante cintas;
La composición coreográfica del Paloteo se divide en lazos y entradillas o paseillos, los primeros son el plato fuerte del baile y aunque seguramente fueron numerosos, en la actualidad solamente se conocen unos pocos, tales como «la Toba», «la Redecilla», «el Adorado», «el Mejicano», «Señora Dama»…, servían de introducción las entradillas conocidas actualmente como la de «David y Goliat» y la de «Desafío entre Moros y Cristianos».
No nos olvidemos de La Danza de Dueñas que acompaña al Paloteo, similar en ritmos y melodía a la típica jota castellana. Acompañando el baile siempre presente la peculiar dulzaina castellana y el tamboril o caja en la percusión.